FACTORES QUE FAVORECEN LOS PROCESOS DE INSERCIÓN LABORAL DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD INTELECTUAL

Autor: Amaro Dópido Tolosa

INTRODUCCIÓN  

          El término de factores hace referencia a todas aquellas variables que, de alguna u otra forma, inciden positiva o negativamente sobre el proceso de inserción laboral. Es por ello, que hay que tener presente que tanto el éxito como el fracaso del mismo dependerá de multitud de factores, derivados de la confluencia de muchas variables y contextos, entre los que destaca, claramente, el apoyo familiar, la formación previa y la realizada al servicio de empleo con apoyo, el seguimiento efectuado en el lugar de trabajo, el propio entorno laboral (empresarios y compañeros de trabajo) y las propias actitudes del trabajador con discapacidad. Por eso, es muy difícil extraer dimensiones concretas que puedan explicar, por sí mismas y de forma aislada, el sentido de cada una de las inserciones. No obstante, una vez analizadas las diferentes vertientes, se observa cómo existen unas dimensiones que aparecen reiteradas en el mismo y que confluyen bajo el epígrafe de la “positividad”, influyendo y generando acciones que potencian el desarrollo de una integración clara y positiva, que se mantiene y continúa, siendo éste un pilar fundamental de las últimas teorías en materia de integración laboral.

          En la mayoría de las inserciones, el apoyo ofrecido por el preparador laboral se considera clave y necesario para garantizar las inserciones, destacando la presencia del mismo como un agente fundamental para garantizar el desarrollo correcto de los procesos de inserción.

          Otro elemento clave en estos procesos es la familia. En prácticamente todos los casos estudiados, el apoyo familiar aparece como factor clave para explicar una parte importante del éxito o sentido positivo de las inserciones. En la mayoría de los casos, la familia se muestra como un ente luchador desde el principio, que ha creído en las posibilidades de los hijos y que ha mostrado, por tanto, unas expectativas buenas en relación a las capacidades de integración de los mismos. Es por ello, que en algunos casos, el desencadenante del fracaso en la inserción laboral es la familia, la cual no sabe organizar los recursos, estableciendo canales arbitrarios y paralelos a los del preparador laboral, lo que incurre en un exceso de sobreprotección que conlleva al cese de la relación laboral. Tampoco hay que olvidar que, en estos momentos, los servicios de empleo con apoyo constituyen un recurso minoritario sobre el que prácticamente no se dispone de información y que presupone una cultura sobre la integración laboral muy diferente de los referentes de los servicios laborales protegidos. Es por lo que nos imaginamos que el acceso al centro de trabajo con apoyo representa para los padres un posicionamiento que no es fácil, ya que lo que domina en el marco de los servicios actuales es la tendencia al proteccionismo y los centros especiales, o bien el acceso mediante oposición a la Administración Pública. Por ello, las expectativas familiares son también un muro difícil de superar por los preparadores laborales; de ahí que la concienciación y la educación en el seno familiar sean prioritarias para comenzar un proceso de inserción mediante la modalidad de Empleo con Apoyo.

            Como hemos observado, la mayoría de los factores influyen, directa o indirectamente, sobre la familia; por eso, a continuación, se muestran las diferentes conclusiones en relación a cada factor de influencia:

            a) Factores personales:

          Hay un hecho que no se puede obviar: Las personas con discapacidad intelectual son más vulnerables desde un punto de vista psicológico. Basta con analizar sus estrategias de afrontamiento ante el estrés, o los mecanismos de compensación ante determinadas situaciones que les frustran, para evidenciar dicha vulnerabilidad. También parece existir una mayor incidencia de problemas psicológicos o de salud mental entre personas con discapacidad intelectual (diagnóstico dual).

           Una persona será menos frágil cuanto mayor sea la resistencia que presente ante una agresión. Cada persona puede influir en su propio destino, teniendo presente los nuevos marcos de referencia a los que se encuentra expuesto durante su desarrollo. Unos de ellos se configurarán como factores de riesgo y otros, de protección; en estos últimos la familia juega el papel protagonista.

           Rutter nos habla del concepto de resiliencia como “la capacidad de prevalecer, crecer, ser fuerte y hasta triunfar a pesar de las adversidades”. Es decir, no sólo resistir la dificultad sino tratar de superarla activamente. Ciertas características o condiciones personales o del entorno son capaces de neutralizar o moderar los efectos de la exposición al riesgo, siendo objeto de estudio el porqué algunos individuos que crecen en situaciones adversas parecen vivir de forma saludable y productiva. La resiliencia irá en función de los factores protectores con los que cuenta cada persona, mientras que la vulnerabilidad dependerá de los aspectos deficitarios personales y de su entorno (factores de riesgo). La resiliencia no se adquiere evitando riesgos, sino mediante el control de la exposición a los mismos. Al igual que en cualquier persona, esta resiliencia existe en las personas con discapacidad y no hay que olvidar que conlleva un desarrollo constante. Para la persona con discapacidad intelectual será uno de sus puntos fuertes ante su vida laboral. Quien no se considera capacitada para trabajar, no se enfrentará con éxito al reto de la inserción laboral. Cada individuo es particular y, por tanto, el trabajador con discapacidad intelectual lleva consigo una serie de factores que pueden servir de protección o riesgo ante situaciones a las que tiene que hacer frente en su vida laboral:

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     Entre los factores protectores que previenen los problemas psicológicos que puedan surgir se encuentran: el apoyo familiar, la red social, el estilo cognitivo proactivo, etc.
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     Entre los factores de riesgo podemos destacar: el miedo a cometer errores, el historial de fracasos, la no aceptación de su discapacidad, expectativas poco realistas o infantiles, no tener una red social de apoyo, inflexibilidad o rigidez, estrategias poco elaboradas o inmaduras, etc.

 b) Factores familiares:

          La familia ejercerá un papel insustituible y será la guía que acompañe a la persona hasta que logre, si es posible, su autonomía plena. Servirá como protección ante los riesgos que se presenten en el entorno de la persona. También, como la persona, la familia lleva consigo factores protectores o de riesgo.

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     Entre los factores protectores destacamos: el estilo educativo no sobreprotector, la aceptación de lo que significa un hijo con discapacidad, la capacidad para normalizar el entorno familiar, creer en la autodeterminación de su hijo, etc.
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      Entre los factores de riesgos se encuentran: la sobreprotección, los mensajes ambivalentes, expectativas desajustadas, “niño eterno”, no promover el desarrollo personal de su hijo y su maduración, etc.

           En este sentido, hay que hacer referencia al reciente IV Congreso Nacional de Familias de Personas con Discapacidad Intelectual, celebrado en Valencia en junio de 2009. Entre otros temas nucleares, a lo largo de las sesiones de trabajo, se abordó la importancia de que el miembro con discapacidad intelectual pueda desarrollar su propio proyecto de vida, imbricado en el proyecto de vida familiar: “Cada uno de nosotros o de nuestros familiares tiene, o debe tener, un proyecto personal; y el proyecto de vida familiar es el encaje de todos ellos: se trata de un proceso de negociación donde cada uno debemos ceder en cierta medida. El proyecto de vida familiar y el proyecto de vida personal son compatibles siempre y cuando se procure la independencia y autonomía de cada uno de los miembros de la familia”. (Libro de ponencias. IV Congreso Nacional de de Familias de Personas con Discapacidad Intelectual FEAPS. Proyecto con Familias, Familias con Proyecto. Valencia 12,13 y 14 de junio de 2009).

           c) Factores sociales y laborales

          Hay muchos factores sociales que pueden representar riesgos importantes, afectando al ajuste o al desarrollo de la persona con discapacidad intelectual, mientras que otros pueden protegerlo y neutralizar los riesgos individuales o familiares. La inserción social expone a la persona a entornos normalizados, más exigentes y complicados, que requieren de la puesta en práctica de estrategias de afrontamiento más complejas y elaboradas. Si uno no cuenta con dichas estrategias, se puede producir una descompensación psicológica.

           En el entorno laboral se pueden dar algunas fuentes de estrés a los que la persona con discapacidad tiene que responder de forma madura y no descompensada: trabajos no reales – ficticios, puestos de trabajo mal estructurados o de complejidad inadecuada, cambios sistemáticos en la empresa (jefes, compañeros, edificio…), actitud paternalista y consentidora del entorno laboral, etc.

 

 CONCLUSIÓN

             Analizando los diferentes factores que intervienen en el proceso de inserción laboral de las personas con discapacidad intelectual, podemos destacar que la interconexión de factores es uno de los puntos clave de dicho proceso. Es por ello que la multidimensionalidad de los estudios actuales permite conocer qué aspectos de la vida del discapacitado entran en juego a la hora de intentar predecir los factores que ayudarán a canalizar un ritmo adecuado y positivo en la carrera de inserción laboral de este colectivo.

 

 BIBLIOGRAFÍA:

  •   ALBERTE, J.R. (1999). Situación actual y expectativas futuras en la inserción sociolaboral de personas con discapacidades. En Alberte, J.R. (ed.), Educación e inserción socio-laboral de persoas con discapacidades. (pp. 321-338). Santiago de Compostela: USC, ICE.
  •  MUNTANER GUASP, J.J. (2003). Transición a la vida adulta y activa de las personas con discapacidad. Bordón , 55 ( 1 ), 115-132.
  •  VERDUGO, M.A.; JENARO, C. (1993). El empleo con apoyo. Una nueva posibilidad laboral para personas con discapacidad. Siglo Cero, 147, 24 (3), 5-12.

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