INTELIGENCIA EMOCIONAL. EDUCACIÓN EMOCIONAL

Autora: Mª Isabel Gamero Pardo

            Daniel Goleman fue el primero que usó el término Inteligencia Emocional en su libro: Emocional Intelligence, publicado en 1995. Según este autor, la inteligencia emocional se puede organizar en cinco capacidades: conocer las emociones y sentimientos propios, manejarlos, reconocerlos, crear la propia motivación y gestionar las relaciones.

            Nuestra sociedad está sufriendo cambios continuamente, cambios que afectan en mayor medida a nuestros sentimientos y emociones. Hoy día no se hace raro que aparezcan noticias en los medios de comunicación que hace unos años eran impensables: docentes agredidos tanto por alumnos como por padres,  alumnos que sufren “bulling” a manos de otros compañeros…

            Estas situaciones me llevan a pensar si no estaremos, nosotros como docentes, descuidando una parte importante de la formación de nuestros alumnos; no de forma consciente, pero si involuntaria, al no prestar la suficiente atención a fenómenos como el fracaso escolar, una de las grandes lacras del actual sistema educativo y de los anteriores.

            La LOE ha recorrido un corto camino en su vida como Ley Orgánica de Educación; por tanto, no podemos achacarle errores de su hermana la LOGSE, aunque sí hay que empezar a trabajar para intentar paliar estos fallos.

            Aunque no hay que considerarlo como una prioridad, sí que es necesario que nos preguntemos: ¿Es posible que si se trabaja la inteligencia emocional como educación emocional se pueda llegar a paliar estas carencias? Yo creo que sí.

            Si tenemos en cuenta que las características de la inteligencia emocional son: la capacidad de motivarnos a nosotros mismos, de perseverar en el empeño a pesar de las posibles frustraciones, de controlar los impulsos, de diferir las gratificaciones, de regular nuestros propios estados de ánimo, de evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades racionales y la capacidad de empatizar y confiar en los demás; veremos que nos presenta las claves para poder atajar este gran problema.

            Los alumnos que fracasan, en la mayoría de los casos, son alumnos con una baja autoestima y una baja confianza en sus posibilidades. Igualmente, presentan una falta total de interés debido a un desfase curricular muy acentuado. Así, un alumno que se encuentre cursando 6º de Primaria no tiene motivación alguna por aprender las potencias de base 10 si no sabe multiplicar o, mejor dicho, si no sabe las tablas de multiplicar.

            Este ejemplo tan simple pero fácil de entender se puede extrapolar a todas las áreas del currículo, bueno, a casi todas, porque es raro encontrar un alumno al que no le guste la Educación Física (No digo que no los haya, simplemente, que es más difícil encontrarlo).

            Volviendo al alumno de 6º que fracasa, hemos de analizar por qué se ha llegado a esta situación y si hubiera sido posible ponerle remedio. Desde mi punto de vista son muchos los alumnos que se encuentran en el mismo caso o similar. ¿Podemos ayudarles de alguna manera? Como me he planteado anteriormente, es posible paliar estos efectos si trabajamos la inteligencia emocional desde la educación emocional.

            Pero, ¿qué es la Educación Emocional? La Educación Emocional busca el crecimiento integral de la persona para conseguir un mayor bienestar en la vida. Por tanto, no sólo habrá que atender a las necesidades de carácter físico-biológico (alimentación, temperatura, higiene, sueño, actividad física o integridad física y protección) y a las necesidades cognitivas (estimulación sensorial, exploración física y social, comprensión de la realidad y adquisición de valores y normas); sino que habrá que tener en cuenta también las necesidades emocionales y sociales (seguridad emocional, identidad personal y autoestima; red de relaciones sociales; participación y autonomía progresiva, a la vez, que necesidad de establecer unos límites al comportamiento). Todo ello conforma la personalidad de nuestros alumnos.

            Esto supone que el alumno, además de adquirir unos conocimientos básicos que le sirvan para desenvolverse en la vida, sea capaz de saber quién es, sea capaz de quererse a sí mismo y a los demás, sea capaz de establecer relaciones sociales y sea capaz de comportarse correctamente en sociedad. Para ello, hemos de realizar un análisis de la situación, es decir, una serie de actuaciones de mejora en la que se implique toda la Comunidad Educativa. Estas actuaciones irán encaminadas a ver en qué punto se encuentran los ámbitos pedagógicos relacionados con la Inteligencia Emocional:

  • Reconocimiento de emociones propias: autoestima e identidad.
  • Regulación de las emociones propias: control de estrés y autocontrol.
  • Reconocimiento de emociones ajenas: la empatía, la asertividad y habilidades emocionales y sociales.

            Posteriormente, se llevará a cabo un Plan de acción en el que se desarrollarán los siguientes aspectos:

  • Autoconocimiento emocional o conciencia de uno mismo.
  • Autocontrol emocional o autorregulación.
  • Automotivación.
  • Reconocimiento de emociones ajenas (o empatía).
  • Relaciones interpersonales (o habilidades sociales).

            Por último, se elaborará un Código de Cortesía, que es el listado de todas las actitudes y comportamientos que debe asumir cada miembro de la Comunidad Educativa.

            Para que estas actuaciones tengan sentido es necesario incluir contenidos de educación emocional y social de forma transversal en los Proyectos Educativo y Curricular del Centro, así como fomentar la cooperación entre el centro, la familia y la comunidad y, por supuesto, elaborar el proyecto de Inteligencia Emocional, que iremos poniendo en práctica. En definitiva: que seamos capaces de enseñar que el respeto y el saber estar no están pasados de moda, que no se puede hablar con un “¡eh, tío!”, que las normas de cortesía (“por favor”, “gracias”) no se utilizan solo en las películas antiguas, que pedir ayuda cuando tenemoss problemas no es una vergüenza, que el llorar no hace menos hombre a los chicos y que las emociones forman parte de nosotros mismos, como el agua de la fuente o la nieve de la cima de la montaña.

            Para concluir, nada mejor que recordar las palabras de Dolors García Folch en Cuentos para aprender. La pequeña hada Celeste. La escuela de hadas:

           “Lo importante es lo que tú piensas de ti mismo o misma, no lo que piensan los demás.

            Si deseas hacer una cosa, piensa que lo conseguirás aunque te digan que es demasiado difícil o que tú no podrás…

            Si tú crees con todo tu corazón que puedes hacerlo, ¡seguro que lo conseguirás aunque te cueste!”.

 

 

 BIBLIOGRAFÍA:

  •  Goleman, D. (1996). Inteligencia Emocional. Madrid: Kairós.
  •  García Folch, D. (2009). La pequeña hada Celeste. La escuela de hadas. Cuentos para crecer. Barcelona: La Vareta.
  •  López Sánchez, F. (2003). “Educación emocional y afectiva”. Enciclopedia de Educación Infantil. Archidona (Málaga): Aljibe.

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