¿EDUCACIÓN DE INTEGRACIÓN O DE SEGREGACIÓN?

Autora: Sarai González García

Hablar de educación es siempre controvertido por la diversidad de opiniones que suscita y por lo delicado del tema, mucho más teniendo en cuenta como está el patio. La integración o segregación de alumnos con diversas características, puede planteársenos como uno de esos temas sobre los que debatir para la mejora de nuestra educación. ¿Es mejor la integración de todos los alumnos, independientemente de sus capacidades, sexo, etc., en centros comunes?, ¿o es mejor que alumnos con diferentes características o capacidades acudan a centros distintos?

Tras analizar dichas cuestiones se me plantea difícil la posible solución. Así pues, aquí os dejo mi humilde opinión e interpretación acerca de la integración y segregación del alumnado.

Parece un tema bastante controvertido el decidir si es más adecuada, más políticamente correcta o simplemente mejor, una educación de integración o de segregación. A bote pronto, al escuchar por primera vez estos términos, la palabra segregación nos puede echar para atrás. A mí me parece sinónimo de rechazo, de exclusión, e inmediatamente podríamos aventurarnos a abogar por una educación de integración, movidos por el pavor a afrontar que hay diferencias tan obvias entre ciertos alumnos, que no pueden más que tratarse por separado. Sin embargo, detrás de esto, hay todo un entramado de pros y contras que debemos plantearnos.

Para comenzar, debemos tener en cuenta a qué nos referimos con integración y segregación, así como qué clases de segregaciones son las que se plantean, qué supone tanto el hecho de integrar como el de separar a ciertos alumnos en el ámbito escolar, etc. Cabe aclarar que siempre que nos refiramos a estos términos lo haremos desde una perspectiva social; integración social o segregación social. Una posible definición de estos términos dice que como integración social se entiende aquel proceso dinámico y multifactorial que posibilita a las personas que se encuentran en un sistema marginal, a participar del nivel mínimo de bienestar socio-vital alcanzado en un determinado país. Mientras que el término segregar hace referencia a apartar, separar a alguien de algo o una cosa de otra. De esta manera el segregacionismo es aquella política que separa, excluye y aparta a grupos tales como las minorías raciales, las mujeres, los homosexuales, minorías religiosas, personas con incapacidades, entre otros, del resto de la población humana, en base principalmente a planteamientos de tipo racial, sexual, religioso o ideológico. Como mencionaba anteriormente, segregar parece lo políticamente incorrecto, a juzgar por su propia definición. En un mundo en el que la globalización más que un hecho es “el Hecho”, el pan nuestro de cada día y se globaliza todo lo globalizable, parece no tener cabida la separación de alumnos con distintas necesidades. Si bien, desde mi punto de vista, la virtud está en el término medio. Ni la segregación de todo alumno con capacidades diferentes es adecuada, ni la integración, sin hacer caso a ningún otro factor, es lo más conveniente.

De acuerdo con el Inspector de Educación Especial, Néstor Carasa en su artículo Integración Escolar “La Educación en nuestras manos”, debemos diferenciar qué es y qué no es la integración escolar: “Es permitir a un sujeto con discapacidad participar de una experiencia de aprendizaje, en el ámbito de la escuela común. Es permitir que este sujeto pueda, desde sus posibilidades, construir sus aprendizajes junto con otros sujetos que tienen otras posibilidades. Es aceptar las diferencias. Es reconocer en la heterogeneidad la mejor condición para el intercambio (aprendizaje). Es abrir el aula y la escuela a lo diferente. Es una toma de posición. Es un derecho de los sujetos que tienen alguna discapacidad. Y no es un “favor” que hacemos a los sujetos con discapacidad. No es una imposición, que nos llega desde algún lado. No es una estrategia mágica. No es sólo una cuestión de “buenas intenciones”.” Para mí, estas palabras son alentadoras porque ponen de manifiesto que todavía se respetan los valores y además estas palabras suenan muy bien, pero para otros la integración supone un retraso para los alumnos que tienen un nivel de desarrollo adecuado a su edad y nivel académico. Es un dilema con difícil solución. No hay un razonamiento sin su pro y su contra.

Me referiré a estos argumentos a favor y en contra de la integración o la segregación escolar mencionando los diferentes tipos que podemos encontrar.

Tipos de segregación escolar:

Por un lado, hay que aclarar que la segregación puede hacer referencia a distintos ámbitos; segregación según el sexo, según la etnia, según las capacidades del alumno, según la religión, etc. Así pues, analizaré ciertos aspectos importantes de algunas de estas segregaciones que se pueden dar en las aulas.

Segregación por deficiencias de los alumnos:

“La integración escolar permite a un sujeto con discapacidad participar de una experiencia de aprendizaje, junto con otros sujetos que tienen otras posibilidades, en el ámbito de una escuela común. Es abrir el aula y la escuela a lo diferente.” (Néstor Carasa).

En mi más modesta opinión, basada en la lectura de artículos, en opiniones de ciertos profesores y en debates con ciertos compañeros interesados en este tema, la integración es socialmente la mejor forma de educación, pero académicamente tengo mis dudas. Me gustaría aclarar que cuando digo que tengo dudas, es porque creo que la integración debe darse dentro de unos límites, pues es obvio que no todos tenemos las mismas capacidades y posibilidades de tener acceso a una educación en un centro común. Según algunos especialistas, hay alumnos cuyo grado de deficiencia les impide alcanzar determinados conocimientos; llegando antes o después a un tope, a partir del cual, el alumno no puede superarse, no puede aprender más. En la educación primaria, este desnivel o diferencia intelectual entre alumnos es menor, pero cuando el alumno pasa a secundaria, este desnivel incrementa y, por lo tanto, se hace más notable. Esos alumnos han llegado a su techo y no pueden hacer más por aprender ciertos contenidos. Sin embargo, los centros especializados en alumnos con dificultades de aprendizaje, tienen recursos para desarrollar las capacidades de estos niños al máximo. Estos centros disponen de personal preparado, herramientas adecuadas, instalaciones habilitadas, y un sinfín de mecanismos para ayudar a estos alumnos a desarrollar capacidades que pasan inadvertidas en un centro común.

Todo eso, por no mencionar la realidad que viven estos alumnos en los centros comunes. La realidad es que muchas veces estos alumnos andan de un sitio para otro dentro del centro, de salas de psicólogos a aulas habilitadas para ellos, ya que el resto pueden ser normalmente de difícil acceso, a aulas de apoyo, etc. Y es que la mayoría de los centros no pueden ofrecerles más. ¿No sería entonces preferible que esos niños se desarrollasen en centros donde se dedican plenamente a ellos?, ¿o donde se puedan mover con facilidad?, ¿o donde aprendan a desarrollar las habilidades que ellos necesitan y, en definitiva, estén en manos de profesionales que saquen de ellos lo mejor?

Sin embargo, y he aquí el ‘pero’ de este planteamiento; al salir de esos colegios especiales se encuentran con una realidad que para nada está adaptada a sus necesidades. Entonces nos podríamos plantear si no es mejor que se acostumbren a la realidad que les rodea cuanto antes, que se relacionen con niños con otras capacidades, y así, éstos, a su vez, aprendan a convivir con niños con discapacidades. Se ha comprobado que cuando niños con un nivel de desarrollo adecuado, conviven con niños con discapacidades, tanto físicas como psíquicas, se solidarizan con ellos, tratan de ayudarles y se vuelcan en la integración de estos compañeros. Así también, cuando se encuentran en su día a día con personas con problemas similares, saben cómo tratarlas, se solidarizan con ellas y se produce una perfecta socialización de ambos sujetos. ¿Qué es mejor entonces?

Para mí, la mejor opción es que se integre siempre dependiendo de las características del alumno; siempre que se haga un plan de estudios adecuado a estos alumnos con necesidades especiales, bajo el cuidado de unos orientadores bien preparados o formando a los docentes de los que dispone el centro para sacar el mejor rendimiento de estos alumnos. Para un alumno con un retraso muy grande con respecto a sus compañeros, la integración más que una ayuda le será un detrimento, ya que no tendrá las mismas posibilidades que en un centro especializado y cada vez será más grande el desfase entre éste y sus compañeros, con respecto a ciertos conocimientos. En el resto de los casos acudir a una escuela común, puede ser lo más aconsejable, pero los padres deben elegir y sopesar qué es lo que prefieren para sus hijos.

Segregación por sexos:

Si hablamos de segregación por sexos, habrá quienes tengan una clara postura a favor o en contra, otros que ni se la planteen y otros que sopesen tanto los pros como los contras. Se dice que las chicas tienen más facilidad para el aprendizaje, son más responsables y, por lo general, sacan mejores notas. ¿No sería mejor entonces, que las escuelas fueran exclusivamente de chicos o de chicas dado que tienen capacidades distintas? ¿No se enseñaría mejor así, a cada uno según sus propias necesidades? Pero es que nos topamos con que los chicos son más dinámicos, tienen una mayor facilidad para preguntar en clase, y, en definitiva, aportan a la clase un tono más relajado, alegre y dicharachero, necesario en una clase donde las chicas rivalizan, son algo más vergonzosas y ponen el toque de responsabilidad. Si los separamos en las escuelas, ¿qué pasará cuando los enfrentemos a la realidad en la que tenemos que convivir, gracias a Dios, ambos sexos? ¿No se empobrecería una empresa en la que sólo trabajasen mujeres u hombres? ¿Y si en un centro sólo hubiese chicos o chicas por ley? Como dice Marisa Soleto[1] en su artículo Educación Segregada: “no debemos olvidar que la convivencia entre mujeres y hombres está en la base de la organización social y resulta imprescindible que mujeres y hombres aprendamos a compartir los espacios, las decisiones, el poder y la vida, desde el respeto a los derechos individuales de las personas”. Por todo ello, la segregación en cuanto al sexo me parece poco lógica, ya que la educación que recibimos en la escuela sirve de preparación para la futura inserción laboral y social. Así, mejor será que desde un principio los alumnos convivan dentro de las aulas con las mismas características que se encontrarán fuera de ellas, es decir, que ambos sexos se desarrollen en conjunto. Pero de nuevo deben ser los padres, los que, conociendo los intereses y características de sus hijos y tanteando las condiciones que prefieren para éstos, deben elegir un colegio mixto o exclusivo de chicos/as.

Segregación de alumnos extranjeros:

Si nos ponemos a analizar otros ámbitos como el racial o el religioso hay muchos otros tintes que añadir. A mi parecer, también se enriquecen las aulas con alumnos de diversas etnias. Se enriquecen los alumnos de la etnia mayoritaria, se enriquecen los de las etnias minoritarias y se enriquece el profesorado. Pero cuando estos alumnos son inmigrantes que se encuentran en una situación de marginación económica o social, que no han asimilado el idioma, que sus padres no participan en su educación académica por el motivo que sea, etc. su integración se convierte en un problema. Se aboga por la integración y realmente es ésta la mejor forma de que ese alumno salga de la situación de marginación en la que se encuentra, pero nos encontramos que todo el cargo recae sobre los profesores. Ni se aumentan las plantillas para que algún docente se pueda encargar más personalmente de esta integración, ni se crean planes adecuados a las necesidades de cada alumno, y el resultado es que el profesor no sabe cómo solucionar los problemas que le plantea integrar a éste alumno. En el centro existirán mecanismos de integración, especialistas que podrán ayudar al alumno, pero lo que nos encontramos es, en la mayoría de los casos, una pseudo-integración. ¿Está ese alumno realmente integrado en la clase cuando no comprende lo que dicen sus compañeros, anda de aquí para allá y es el profesor el que tiene que luchar por integrarlo?  Lo que ocurre es que si hay varios alumnos extranjeros con dificultades con el idioma, que desconocen la cultura, etc. el profesor tiene que dedicarles más tiempo a éstos, tiene que bajar el nivel y tiene que adaptar los contenidos y en definitiva la clase a ellos, porque sería injusto pedirles que alcancen el mismo nivel que sus compañeros. O eso, o el profesor opta por seguir el ritmo normal, sin hacer mucho caso a esos que requieren una atención distinta, más específica. Finalmente, muchos de estos alumnos se sienten olvidados y, al fin y al cabo, segregados. Pero, desgraciadamente,  parece que lo importante es que se oiga que están integrados, que acogemos a todo tipo de alumnos, que tenemos centros multiculturales, etc. Lo que me parece un poco hipócrita porque dista bastante de la realidad. Por todos es sabido que los alumnos inmigrantes suelen ser los que tienen más dificultades de aprendizaje, dejan los estudios demasiado pronto, etc. lo que para mí no se acerca para nada al modelo ideal de educación para la integración.

Por otra parte, se plantea el gran “pero” a este modelo de integración, que es la pregunta ¿es justo para el alumno con capacidades de aprendizaje adecuadas a su edad y nivel, que se baje ese nivel de enseñanza, se le preste menos atención y, en definitiva, se empeore su educación? Muchos padres de estos alumnos lo verán injusto y se negarán a que se merme la educación de sus hijos de esta manera, y es lógico por otra parte. Como he mencionado anteriormente, o el profesor sigue el ritmo de la mayoría o baja el nivel para que los alumnos con dificultades puedan alcanzar los niveles de conocimiento del resto. Es lo máximo que pueden hacer, no tienen otra opción al alcance. ¿Cuál es la solución? ¿Qué es más conveniente? Dependerá del punto de vista de cada uno, pero la solución quizá sería que, antes de integrar a estos alumnos en el aula, se les formase en cuanto al idioma, la cultura, las tradiciones, se les preparase psicológicamente, etc., mediante mecanismos o planes específicos para ellos. Lo cual es algo difícil por la escasez de docentes en los centros, ya que, si se dispusiera de más docentes, algunos podrían dedicarse más personalmente a formar a estos alumnos en lo que podría ser una fase previa a la real integración e inserción en las aulas cuando hayan adquirido el nivel adecuado en cuanto a idioma, a conocimiento de la realidad a la que se van a enfrentar, etc.

En cuanto a la segregación religiosa, no entraremos en debate muy en profundidad, a pesar de últimamente está muy de moda por el tema de los símbolos religiosos en las aulas, como es el caso del uso del velo islámico en los centros educativos, o la retirada de las cruces e imágenes católicas de las aulas, etc. porque nos desviaríamos mucho del tema. Pero la educación religiosa debiera ser, una vez más, decisión de los padres del alumno, siendo estos los que, acorde con la ideología religiosa que profesen, lleven a sus hijos al centro cuyas enseñanzas en esta materia concuerden con su propia ideología. Pensando en lo cual, se me vienen a la cabeza los muchos otros problemas que encontrarán familias afines a ciertas ideologías a la hora de buscar colegios para sus hijos, cerca de su zona de residencia. Sin embargo, pienso que, sea cual sea el centro que elijan los padres para llevar a sus hijos, debemos respetar las creencias, los principios y las reglas establecidas por dichos centros, ya que tenemos total libertad de escoger un centro u otro si algo no cuadra con nuestra forma de pensar o ver las cosas. Imponer nuestros propios valores debería ser algo que quedase relegado al ámbito familiar, pues como ya he mencionado, la elección de un centro u otro pasa por la aceptación de los principios y normas del mismo.

Finalmente, al igual que con la religión, los padres deben sopesar lo que mejor conviene a sus hijos en todos los aspectos; si la escolarización de un alumno con discapacidad en una escuela común, la escolarización en un centro unisex, en un centro católico, etc. Pero todo ello debería encuadrarse dentro de unos límites, sin dejarnos llevar por el sentimentalismo imperante de integrar a todos los alumnos sin valorar primero sus capacidades y las posibilidades y beneficios que cada centro podrá ofrecerles.

Bibliografía:

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[1] Marisa Soleto: Es licenciada en Derecho por la Universidad de Extremadura y diplomada en Derecho de Familia y Sucesiones por la Escuela de Práctica Jurídica por la Universidad Complutense de Madrid.

Desde 2001 es Directora de la Fundación Mujeres, organización no gubernamental que, desde 1994 trabaja en el ámbito de la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres. Su experiencia profesional se ha dirigido principalmente a temas relacionados con las mujeres. En 1993 y 1994 fue becaria del Instituto de la Mujer del Ministerio de Asuntos Sociales, donde posteriormente ejerció como técnica de la estructura de apoyo de la Iniciativa Comunitaria NOW/ Empleo-NOW del Instituto de la Mujer, Ministerio de Asuntos Sociales, desde 1994 hasta el año 2000.

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