LA TELEVISIÓN, UN PODEROSO AGENTE SOCIALIZADOR

Autora: Ana María Vega Llano      

La televisión educativa es un recurso necesario en la educación, una forma de vivir, socializar, pensar, sentir e imaginar que tiene grandes posibilidades comunicativas para hacer de la educación una acción formadora, divertida e imaginativa. Además de cumplir con las funciones de informar, entretener y educar. Ejemplo de ello es Mercurio, la primera plataforma educativa de Extremadura que permite a cada centro crear su propio canal de emisión de contenidos educativos multimedia. De forma que se pueden elaborar contenidos educativos multimedia, colgarlos en Mercurio y trabajarlos con los alumnos bien en el aula, o bien desde casa.

Al igual que los demás medios de comunicación, la televisión permite informar al ciudadano acerca de lo que pasa en su contexto más cercano y en el mundo en general en cualquier momento. Tampoco es el medio más cercano para transmitir la noticia, porque para eso está la radio, pero sí se trata del que tiene mayor audiencia y mayor contacto directo con el público.

Hoy en día, este medio de comunicación está en gran medida desvirtuado ya que los programas culturales y educativos le llegan a la altura de los tobillos en comparación con una programación marcada sobre todo por espacios-basura: con gente famosilla a todas horas que hablan de los demás o con personajillos de la sociedad actual que pretenden acaparar toda la atención del mundo. Y me aventuro a decir que, casi siempre, consiguen una audiencia que ya Saber y Ganar (por ejemplo) querría. Pero, bueno, esto es otro asunto.

Si por medio de la televisión es posible reproducir los modos de vida y las formas de pensar, representar e imaginar que tenemos como grupo, institución o sociedad, está claro que se puede legitimar cierta concepción de la realidad, ofrecer modelos de vida que permitan la identificación social, y proponer formas de percibir, construir y representar puntos comunes de referencia mediante una función cultural que se activa por las formas de comunicar, por las voces y por los estilos que representa. En este contexto, la tecnología como tal adquiere valor pedagógico si se utiliza sobre la base del aprovechamiento de sus recursos comunicativos.

La televisión debe ser, por lo tanto, un recurso necesario en la educación, una forma de vivir, socializar, pensar, sentir e imaginar que tiene grandes posibilidades comunicativas para hacer de la educación una acción formadora, divertida e imaginativa. En definitiva, un espacio de participación social para facilitar el desarrollo de acciones educativas dentro y fuera de la institución escolar.

Ningún medio como éste ha despertado tantas expectativas sociales frente a su potencial educativo.  Unos cuestionan la posibilidad de que pueda estar en consonancia con el modelo constructivista de aprendizaje donde el receptor construye sus conocimientos y su particular modo de concebir el mundo de manera activa, basándose sobre todo en la interacción de sus capacidades, la información que recibe de su concepto y las experiencias que él mismo obtiene. Otros distinguen entre una buena televisión, que motiva en el receptor el aprendizaje y la que, a reproducir peligrosos estereotipos, aleja a su receptor de cualquier intención por aprender.

Sea lo que fuere, la televisión (educativa) debe cumplir con las funciones de informar, entretener y educar. Y es una estrategia que debe considerarse como una herramienta al servicio del acto creativo de aventurarse a saber y del acto apasionante de enseñar.

Además, la televisión educativa tiene la capacidad de interrelacionar el curriculum escolar con las verdaderas necesidades de la realidad; puede ser potenciada como un factor de innovación y retroalimentación permanente de los contenidos y propuestas curriculares asumiendo el rol de agente de cambio, y tiene la facilidad de convertirse en vehículo activo y eficaz en la creación de comunidades educativas.

Y por supuesto no podemos olvidarnos de que la televisión educativa tiene dos funciones importantes: una ilustrativa, como es obvio, y una generativa a través de la cual se maneja la capacidad de originar una curiosidad que induzca al análisis con el propósito de lograr una mayor comprensión y posibilitar el uso de toda la información que brinda su lectura.

Dicho esto, hemos de hablar propiamente de la televisión en las aulas. Y es que la televisión de toda la vida (la que tenemos todos en nuestras casas) es un recurso educativo interesante que todavía se utiliza en clase en numerosas ocasiones: para visionar películas e interpretarlas, para analizar la imagen de determinadas series o programas y, sobre todo, para comparar ciertos textos audiovisuales con otros que no lo son. Pero, la televisión educativa como tal no es ésta sino otra bien distinta. Y de esto sabe bastante Mercurio, la primera plataforma educativa (de Extremadura) que permite a cada centro crear su propio canal de emisión de contenidos educativos multimedia de forma que un profesor puede elaborar contenidos educativos multimedia, colgarlos en Mercurio y trabajarlos con los alumnos bien en el aula, o bien desde casa.

Sus posibilidades son múltiples. Así, un alumno que por razones de convalecencia prolongada no puede asistir presencialmente a clase podrá seguir a través de la televisión educativa virtualmente las clases en directo, así como plantear preguntas o dudas al profesor a través de la opción de ‘Videoclase’.

Lo cierto es que la televisión no actúa de manera autónoma ni produce efectos por sí sola, sino que son las matrices culturales, las políticas sociales y las experiencias creativas de los sujetos las que hacen que ésta tenga y proponga sentido cultural y educativo. Por eso, esta plataforma educativa tiene sentido: porque ofrece componentes visuales, verbales y socioculturales que marcan la identidad de un pueblo (la extremeña), porque desarrolla la capacidad creativa de los usuarios y, entre otros aspectos, porque te da la facilidad y la comodidad de sentirte miembro de la comunidad educativa con tan sólo un golpe de ratón.

Por todo esto, y porque la televisión, en general, es vida cotidiana (ya que ocupa un espacio mucho más amplio y agresivo que la instancia escolar) y es una necesidad para tener puntos de referencia en común, nadie se atreve a cuestionar su papel como potente agente socializador.

BIBLIOGRAFÍA:

-       Rincón Rodríguez, Óscar. “Radio y televisión en la Universidad. Nuevas tecnologías aplicadas a la educación superior”. Santafé de Bogotá. ICFES. 1995

-       Rincón, Omar. “Formas de actuar y hablar juntos. Políticas culturales de medios de comunicación”. 1998

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