TODOS TENEMOS DERECHO A UNA EDUCACIÓN

Autora: Ana María Vega Llano            

Todo el mundo tiene el derecho de recibir una educación. El que más sabe tiene más posibilidades de alcanzar la libertad y de escapar de la esclavitud y la represión. Un pueblo instruido ama el trabajo y sabe sacar provecho de él. Un pueblo virtuoso vivirá más feliz y más rico que otro lleno de vicios, y se defenderá mejor de todo ataque, y el pueblo más feliz será el que tenga mejor educados a sus hijos, en la instrucción del pensamiento y en la dirección de los sentimientos.

Así como no hay ninguna razón para que el rico se eduque, y el pobre no, ¿qué razón hay para que se eduque el pobre, y no el rico? Todos son iguales. Al venir a la tierra, todo hombre tiene derecho a que se le eduque y, después, en pago, el deber de contribuir a la educación de los demás.

En España, en los tiempos que corren, es difícil que un niño se quede en casa sin poder asistir al colegio ya que vivimos en una sociedad que te concede el derecho a la educación (recordemos que ésta es obligatoria y gratuita) y porque son los propios padres lo que consideran que el niño donde mejor está por la mañana es en el colegio (incluso en vacaciones).

Pero, dejando a un lado ese derecho y esos intereses particulares, importa pensar también en el aprendizaje. Es decir, el pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos, en la instrucción del pensamiento y en la dirección de los sentimientos. Un pueblo instruido ama el trabajo y sabe sacar provecho de él. Un pueblo virtuoso vivirá más feliz y más rico que otro lleno de vicios, y se defenderá mejor de todo ataque.

El que sabe más, vale más. Saber es tener. La moneda se funde, y el saber no. Los bonos, o papel moneda, valen más, o menos, o nada: el saber siempre vale lo mismo, y siempre mucho. Un rico necesita de sus monedas para vivir, y pueden perdérsele, y ya no tiene modos de vida. Un hombre instruido vive de su ciencia, y como la lleva en sí, no se le pierde, y su existencia es fácil y segura.

A un pueblo ignorante puede engañársele con la superstición, y hacérsele servil. Un pueblo instruido será siempre fuerte y libre. Un hombre ignorante está en camino de ser bestia, y un hombre instruido en la ciencia y en la conciencia ya está en camino de ser Dios. No hay que dudar entre un pueblo de Dioses y un pueblo de bestias. El mejor modo de defender nuestros derechos es conocerlos bien; así se tiene fe y fuerza: toda nación será infeliz en tanto que no eduque a todos sus hijos. Un pueblo de hombres educados será siempre un pueblo de hombres libres.

La educación es el único medio de salvarse de la esclavitud. Tan repugnante es un pueblo que es esclavo de hombres de otro pueblo, como esclavo de hombres de sí mismo.

A pesar de esto, todavía son muchos los que piensan que la educación no lo es todo ni para todos. Y son los que piensan que a veces un buen trabajo cogido a tiempo (sin la necesidad de haber estudiado) es mil veces mejor que coger los libros y adquirir una buena educación. Y son, también, los que consideran que la educación se puede adquirir sin la necesidad de estudiar años y años. Y yo me pregunto: si nunca se ha estudiado, si nunca se ha cogido el hábito de abrir un libro para culturizarse, si nunca se piensa en obedecer o en leer… ¿cómo se consigue la educación?

Lo que sí está claro es que los sistemas educativos desempeñan funciones esenciales para la vida de los individuos y de las sociedades. Las posibilidades de desarrollo armónico de unos y de otras se asientan en la educación que aquéllas proporcionan.

El objetivo primero y fundamental de la educación es el de proporcionar a los niños y a las niñas, a los jóvenes de uno y otro sexo, una formación plena que les permita conformar su propia y esencial identidad, así como construir una concepción de la realidad que integre a la vez el conocimiento y la valoración ética y moral de la misma. Tal formación plena ha de ir dirigida al desarrollo de su capacidad para ejercer, de manera crítica y en una sociedad axiológicamente plural, la libertad, la tolerancia y la solidaridad.

La falta de conocimiento, el descuido, el egoísmo, pueden hacernos prescindir de la ignorancia del pueblo, pero ella nos saldrá al paso: la hallaremos en el rebelde, en la prostituta, en el ladrón, en el asesino, en las víctimas de todos ellos; y si sordos a la voz del deber no nos persigue como un remordimiento, nos acometerá como un malhechor.

Por más importancia que la instrucción tenga no puede hacerse obligatoria en un pueblo muy atrasado. Para imponerla verdaderamente como deber legal, que por todos se respete y se cumpla, se necesitan grandes medios morales, intelectuales y materiales.

En tiempos pasados, los hombres no comprendieron la educación del instinto y por ello se vieron obligados a recurrir a la represión. El miedo y el castigo eran los grandes estímulos para lo que se llamaba virtud, y ahora sabemos que la represión es un mal método. Así que, cuando hayamos creado una juventud libre de miedos e inhibiciones y de instintos de lucha y rebeldía, podremos abrirle el mundo del conocimiento libre y totalmente, sin rincones oscuros y ocultos, y si la instrucción que se les da es la adecuada, será más bien una alegría que un trabajo para quienes la reciban.

Por tanto, edúcate y deja que otros se eduquen. Así se conseguirá una sociedad mucho más enriquecedora y más demócrata.

BIBLIOGRAFÍA:

-       RUSSELL, Bertrand. Ensayos sobre educación. Espasa- Calpe. Ed. Madrid, 1974. Págs. 232-233.

-       Preámbulo a la LOGSE (Ley de Ordenación General del Sistema Educativo de 1990).

-        Arenal, Concepción. Memoria premiada por la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas en el concurso  de 1878

-       Martí, José. Obras completas, tomo 19, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1975, páginas 375-376.

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