MOTIVAR AL DOCENTE DEL SIGLO XXI

Autora: Sandra Martínez Martín

Esta es una reflexión acerca de la necesidad de mejorar las condiciones actuales del profesorado extremeño, con el fin de que se adapte a las nuevas circunstancias que se desarrollan en el aula y una invitación a la reflexión, al debate y a la actuación para la mejora de la formación del docente y con ello superar conflictos y motivar al docente para que su labor como enseñante genere los frutos esperados en la sociedad extremeña del siglo XXI. Además, supone un llamamiento a la necesidad de protección de esta figura por parte de los miembros de la Administración correspondiente.

MOTIVAR AL DOCENTE DEL SIGLO XXI

En multitud de ocasiones me he aproximado a nuestras redes sociales en busca de datos acerca de la motivación de los adolescentes dentro del ámbito de la enseñanza. Me indigno cuando veo que se genera un debate que en la mayoría de las ocasiones no tiene el resultado fructífero esperado y se queda en meras ideas, iniciativas o proyectos influenciados por las vertientes políticas.

Hoy he estado reflexionando de nuevo sobre esta problemática que se me genera día tras día en la cabeza cuando procuro encontrar el camino correcto para despertar en los alumnos aquellos temas que les interesan y que me pueden servir al tiempo para trasmitir los contenidos de la materia de Lengua y Literatura.

Y de repente me di cuenta de que el problema era aún mayor, tanto o más importante que la propia motivación del alumnado, porque influye en este mismo directamente: es la motivación de los propios docentes.

Y no es que de golpe y porrazo haya sacado este tema y no se haya hablado de ello hasta la saciedad; muchos antes que yo lo han puesto sobre la mesa. Pero creo que sí que es cierto que yo misma no me había parado a darle la importancia que debo darle.

El docente de hoy vive desmotivado. Hablo en la generalidad del caso, porque lógicamente hay una parte bastante importante de profesores que llevan su labor día a día con un entusiasmo envidiable y que sin duda nos debe servir a todos de modelo. Bien es cierto que las circunstancias de un docente a otro son muy distintas, ya no sólo influenciadas por la región en la que se viva o el centro donde se desempeñen las funciones, sino también el nivel en el que se imparte y el clima de la propia aula. Es decir, que esto podría llevarnos mucho rato, puesto que los contextos son tan diversos como alumnos hay.

Pero bueno, sigamos con la generalidad del caso, porque sinceramente, lo que hoy me hizo reflexionar, no es el docente satisfecho y emocionado por su trabajo, sino el docente desmotivado, cansado y vencido.

El hecho de que un docente no pueda errar, que tenga la responsabilidad de ser un modelo perfecto, que tenga remordimiento por haber dicho un taco después de irritarse… la verdad es que los dos “bandos” , alumno y profesor, están bastante desequilibrados y creo que muchos de los problemas que se generan en el aula se deben precisamente a ese desequilibrio, a esa falta de autoconfianza, a la falta de protección y a la falta de motivación.
Sinceramente hoy me pregunto si realmente debe ser tan mirado con lupa el trabajo de un docente, cada minuto, sin que pueda acudir más a menudo a la espontaneidad de su profesión, a una mayor libertad fuera de las “cadenas” de un currículo caduco y limitado.

No podemos negar que en la mayoría de las ocasiones echamos gran parte de la culpa a alumnos y familias por los problemas que se pueden engendrar y desarrollar en el aula. Quizás, deberíamos darle la vuelta al prisma y hacer una radiografía exhaustiva de los profesores que viven dentro de esa desesperación constante donde se acaba tirando la toalla, y la figura de éste acaba siendo un mueble más dentro de la clase y vencido por el “enemigo” que supo jugar mejor sus cartas y del desasosiego de una rutina cada vez más abrumadora.

Evidentemente gran parte de la responsabilidad la tiene el propio Ministerio y las respectivas Consejerías, porque es el momento de volver la mirada al profesor y no sólo al alumno. Hasta el día de hoy, en Extremadura, se ha dado gran importancia al desarrollo de los valores de nuestros alumnos dando lugar a una “educación en valores” y a una educación individualizada que atiende las necesidades que plantean todos y cada uno de nuestros alumnos. Un añadido por parte de nuestra Consejería de Cultura es la gran cantidad de proyectos y programas con el objetivo de hacer a nuestros alumnos lo más competentes posibles para que puedan desempeñar en un futuro sus habilidades ante las exigencias que plantea la sociedad en la que vivimos, que por otra parte, y está bien decirlo, exige mucho porque está en continuo cambio y transformación.

Pero, ¿qué pasa con los docentes? Porque está claro que el profesor está poniendo todo su empeño para que todos estos proyectos y refuerzos se lleven a cabo y lleguen a buen puerto; somos las manos de la Consejería, los obreros de esta pequeña construcción de conocimiento, en definitiva, el instrumento necesario para formar y educar.

Y ¿qué ocurre cuando esa herramienta o instrumento no funciona correctamente? Desde luego un cocinero no podrá hacer dulces si su horno no funciona, o un diseñador gráfico no podrá hacer sus páginas webs si el programa que utiliza no está bien programado. El docente tampoco puede llevar a cabo su función si está “estropeado” o “mal programado”.

Yo creo que así como se está volcando tanto la Consejería en los alumnos y las familias es momento de crear una nueva mirada hacia la figura del profesor. Un docente motivado es un docente satisfecho de su trabajo, y por lo tanto de un trabajo bien hecho.

Habría que plantearse cómo conseguir esa motivación y esa resolución de problemas con el fin de hacer que el maestro y el profesor vuelvan a sentir la vocación y dejen de pensar que lo que un día era una profesión soñada ahora sea sólo un trabajo más con una gratificación económica y segura cada mes.

Considero, y en esto creo que todos los docentes estarán de acuerdo, que es mucho más gratificante pensar que ese joven que ya es dependiente y tiene un buen trabajo, que se ha convertido en una gran persona, fue un día tu alumno. Y es mucho más satisfactorio a largo plazo creer y sentir que algo tuviste que ver, aunque solo sea un poquito, en lo que se ha convertido hoy ese antiguo alumno. Y esto es lo hermoso de una profesión en la que se trabaja con personas, porque en definitiva todo se simplifica en eso mismo: ser personas y crear unas relaciones de concordia y convivencia.

Pero para que esto ocurra, para empezar, el profesor debe sentirse tan protegido como lo está el propio alumnado. Debe sentirse arropado y cuidado, y recuperar la fe en sí mismo. Motivar a un docente es volver a despertar en él el engrandecimiento que anteriormente había conseguido este gremio donde la figura de un maestro o un profesor era como la de un padre o madre entregado e interesado por los más jóvenes. Y cuando ese vínculo se crea todo se vuelve necesariamente más personal, y es un punto ganado, porque los alumnos también van buscando esa necesidad de vínculo, de saber, de conocer a la persona que tienen delante. Nada más hay que observar con qué curiosidad intrigan y preguntan: porque necesitan estrechar relaciones. Cuando este vínculo está roto, el clima en el aula se torna negativo, tenso, y se transforma en desmotivación por ambas partes.
Para que el docente se sienta motivado, repito, debe estar y sentir que está protegido. Porque al fin y al cabo también es ser humano, con limitaciones, con sentimientos, con defectos y valores, con errores, y por todo ello quiere ser elogiado y perdonado. No con temor; también necesitamos de refuerzos positivos, no ser “castigados” o “juzgados” a la ligera.

En estos momentos asistimos a un cambio de gobierno y contamos con una nueva “orientadora” desde la Consejería de Educación. Deberíamos simplemente tener la oportunidad de sentarnos a su lado como docentes y como personas y charlar sobre ello. Y le preguntaríamos con toda tranquilidad hasta dónde estaría ella dispuesta para hacer del docente un profesional eficiente y motivado. Que reflexione en cómo hacer al profesor de hoy competente y valiente ante un aula. Cómo piensa protegerle y mimarle; cómo piensa cuidar de esas herramientas, que al fin y al cabo son la prolongación de sus propias manos. Cómo piensa perdonar sus errores, a los que ha llegado movido por unas circunstancias “adversas”.

Le cuestionaría cómo pretende que formemos una futura Extremadura a la altura de   Europa si la mirada que tiene Europa de nosotros es la de una sociedad con una educación incompleta, con defectos, con carencias, con necesidad de mejorar y con unos docentes que necesitan ser más respetados y motivados…
¿Cómo vamos a pretender motivar a alumnos y a familias a través de profesores desmotivados y desprotegidos? Algo no funciona…

BIBLIOGRAFÍA:

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