CONVIVENCIA SÍ, PERO VIOLENCIA TAMBIÉN

Autora: Ana María Vega Llano

La convivencia es un elemento fundamental en el proceso de aprendizaje, y la familia se considera el primer medio que actúa como socializador. Pero surge un problema, y es que la familia en la que muchos de nosotros fuimos educados no es la familia en la que hoy tenemos que educar. Se han producido cambios y, como consecuencia de ellos, se produce una transferencia del proceso de socialización desde la institución familiar a la institución escolar de tal forma que ahora en los centros de Secundaria caben todos. De ahí los problemas de convivencia dentro y fuera de las aulas.

Todos estamos expuestos a una agresión puntual, pero el fenómeno de la violencia interpersonal en el ámbito de la convivencia entre escolares transciende el hecho aislado y esporádico, y se convierte en un problema escolar de gran relevancia, porque afecta a las estructuras sociales sobre las que debe producirse la actividad educativa.

La responsabilidad de la agresividad puede ser compartida, ya que la confrontación se origina en necesidades de ambos contendientes, sin embargo, la violencia supone el abuso de poder de un sujeto o grupo de sujetos sobre otro, siempre más débil o indefenso. La violencia implica la existencia de una asimetría entre los sujetos que se ven implicados en los hechos agresivos, y cada sociedad atribuye a los comportamientos de sus miembros unos valores y unos significados, que atraviesan las propias atribuciones morales con que los sujetos enjuician los hechos.

El concepto de violencia está también sometido a los valores y costumbres sociales, lo que no deja de aumentar la confusión para ubicarse conceptualmente en este tema. Lo que para nosotros es persecución, intimidación y destrucción de los derechos humanos puede ser acogido como ritual inofensivo por grupos sociales en los que, por principios religiosos o culturales, mujeres y hombres, adultos y niños, ricos y pobres, no gozan de los mismos derechos. Sin embargo, tanto desde una posición psicológica como desde una posición social, es necesario dejar claro que, más allá de la justificación cultural o tradicional, existe violencia cuando un individuo impone su fuerza, su poder y su estatus en contra de otro, de forma que lo dañe, lo maltrate o abuse de él física o psicológicamente, directa o indirectamente, siendo la víctima inocente de cualquier argumento o justificación que el violento aporte de forma cínica o exculpatoria.

Y esto es realmente así, muy triste. Pero desde todas partes nos pintan el panorama mucho mejor: que si todos cabemos a partes iguales, que si todos convivimos felices y contentos gracias a la integración, que si todos somos iguales ante un profesor, que si el chatear hace montones de amigos…en fin, que aparentemente nuestra convivencia funciona perfectamente.

Sin duda, hoy en día todos estamos muy socializados gracias a la influencia que sobre nosotros ejercen las Nuevas tecnologías de la Información y la Comunicación (las famosas TICs). ¿Quién no se conecta al menos una vez al día para chatear a través del Facebook?, o ¿quién no habla con el amigo de turno por el Tuenti? Ejercicios diarios y rutinarios que, aunque aparentemente sean satisfactorios, muchas veces sirven para cuestionar el concepto de convivencia. Así que empecemos:

La convivencia es un elemento fundamental en el proceso de aprendizaje. En primer lugar, porque supone hablar del entorno social, cultural y afectivo en el que vivimos y en segundo lugar, porque aprender a convivir es fundamental para el desarrollo individual y social de cada persona.

Es el proceso social por el cual aprendemos a ser miembros de una comunidad humana y a interiorizar los valores y roles de la sociedad en que hemos nacido y habremos de vivir. El ser humano se socializa con otros en un proceso que le hace integrar nuevos conocimientos, afectos y experiencias, gracias a la aportación de padres, maestros, amigos, medios de comunicación y sus propios criterios.

En este sentido, la familia se considera el primer medio que actúa como socializador acompañando al individuo un largo período de su vida, pero surge un problema, y es que la familia en la que muchos de nosotros fuimos educados no es la familia en la que hoy tenemos que educar. Se han producido cambios en la institución familiar como consecuencia del descenso de la natalidad, la prolongación de la esperanza de vida, la incorporación de la mujer al mercado de trabajo o las condiciones laborales que no hacen sino debilitar el papel socializador de las familias.

Las familias actualmente son diversas: monoparentales, parejas de hecho, reagrupaciones familiares…, pasando de una familia de estructura extensa (con más de dos adultos: padre, madre, abuelos, tíos, hermano mayor…) a una familia nuclear (con dos adultos como mucho; aislada del resto de familiares, sin la figura del hermano mayor, con pocos hijos… y muchos hijos solos). Y, además, pasando del autoritarismo de los padres a la incapacidad de muchas familias para poner límites, diciendo SÍ a todas las demandas de sus hijos, consiguiendo éstos de forma fácil todo lo que desean, y a veces el decir SÍ a todo es una forma de compensar las carencias de atención afectiva, otras veces intentamos darles todo aquello que no tuvimos…y, así, vamos robándoles día a día la voluntad, el esfuerzo, la capacidad de tolerar pequeñas frustraciones, la capacidad de espera y la capacidad de aprender que cada derecho implica un deber.

Así pues, como consecuencia de estos cambios se produce una transferencia del proceso de socialización desde la institución familiar a la institución escolar. Pero, los cambios también han llegado al sistema educativo: la escolarización universal y obligatoria hasta los 16 años supone una mayor complejidad al garantizar la presencia de alumnado diverso en nuestras aulas; en los centros de Secundaria caben todos (quieran o no estudiar); y existen unos valores (el respeto, la responsabilidad, el esfuerzo, la disciplina, el diálogo, la tolerancia y la solidaridad) que entran en colisión con los valores reales de los jóvenes: consumistas, egoístas, centrados en el presente, con poco sentido del deber, insolidarios (rechazo a tener determinados vecinos), etc.

Además, el grupo de amigos es un agente socializador muy poderoso que le comunica normas, valores y formas de actuar en el mundo mucho más fiables para ellos que los de la propia familia. Y, cómo no, los medios de comunicación, que transmiten conocimientos a la vez que son muy potentes para reforzar los valores y normas de acción social aprendidos con los otros agentes socializadores. Igual que el deporte (que socializa desarrollando la competitividad), el arte (desarrollando la creatividad, la percepción y el conocimiento del mundo interior y exterior del individuo) o la religión, que desarrolla valores ante la vida, legitimando la cultura y visión de mundo de la sociedad). Pero, ¿y las redes sociales? ¿Dónde nos quedamos al famoso Tuenti o al Facebook? También son potentes agentes socializadores que en muchas ocasiones perjudican al sujeto inculcándoles valores como el engaño, la incredulidad o la parcialidad de contenidos.

Así que convivencia sí, y por todo lo alto: todos estamos muy globalizados, todos superconectados, todos muy unidos, todos muy sociables; todos, en definitiva, en un mundo donde nadie queda aislado. Pero, realmente ¿todo son ventajas?

Desgraciadamente no. La convivencia escolar es un tema que preocupa a docentes, centros educativos, alumnado, familias, sociedad en general… y, desde hace cierto tiempo, los medios de comunicación hacen especial énfasis en esta cuestión, sobre todo dando relevancia a los casos más graves de acoso escolar y mostrando las situaciones más conflictivas (sobre todo a través de Internet).

Aunque los expertos coinciden en señalar que no existe más violencia escolar que hace diez años, sí se puede afirmar que se han incrementado los casos de indisciplina y falta de respeto al personal del centro y, según parece, los casos de acoso pueden convertirse en conductas agresivas con más facilidad que hace un tiempo.

¿A qué se deben los problemas de convivencia en las aulas? Los expertos coinciden en afirmar que el clima que se observa en las aulas es un reflejo de la sociedad. Tal y como dice Jesús Sanz, “en una sociedad donde las relaciones interpersonales se resuelven, muchas veces, con disputas, insultos, descalificaciones o la ignorancia del otro, ¿podemos delimitar en compartimentos estancos los tipos de violencia? Violencia de género, violencia escolar, violencia frente al diferente, violencia de los medios de comunicación, en la familia, entre políticos, entre profesores, entre compañeros de trabajo” (…). Parece como si todo lo resolviéramos de forma violenta.

Las formas más comunes de maltrato entre iguales son la verbal (insultos, motes, ridiculizaciones, etc.); el físico (provocar peleas, golpear, etc.) y el maltrato social (aislamiento, rechazo, marginación, etc.). A estas modalidades se le suman conceptos como el Ciberacoso, que consiste en una utilización de las TICs con finalidad de agredir o acosar (grabar y distribuir imágenes a través de móvil; acoso en foros, chats o Blogs; etc.).

En cuanto a las situaciones de violencia hacia el profesorado y personal de un centro educativo, diversos informes destacan que las principales dificultades a las que debe hacer frente el profesorado son las dificultades para impartir clase (disrupción), los insultos por parte del alumnado e, incluso, amenazas y agresiones. Y, efectivamente, en el día a día se escuchan en clase intervenciones del tipo: “en mí manda mi padre y no tú, pues tú ¿quién te has creído que eres?…

Por eso, la educación para la convivencia pasa por crear personas que sean capaces de escucharse y respetarse mutuamente, sin recurrir a la violencia, y  hay que educar a los jóvenes de forma simultánea en el campo cognitivo, emocional y moral. Si no, habrá convivencia, pero también violencia.

BIBLIOGRAFÍA:

- http: //www.geocities.com/tomaustin-cl/educa/libro1/cap5.htm

- Ortega, R. Y colaboradores (1998). La convivencia escolar: qué es y como abordarla. Sevilla. Consejería de Educación y Ciencia

- Octaedro. Casamayor, G. (coord.) et al. (1998). Cómo dar respuesta a los conflictos. La disciplina en la enseñanza secundaria. Barcelona: Grao.

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