PISA: FIEL REFLEJO DE NUESTRA DECADENCIA EDUCATIVA

Autora: Nuria González Hernández

“¿Deberíamos preocuparnos más por la educación de nuestros hijos?”

Esta pregunta debería estar en boca de muchos españoles que, ahora en tiempos de crisis y sin tiempos de crisis, lo único que tienen para mejorar su futuro es la educación que reciban. No importa si esa educación es privada o pública. Lo que verdaderamente importa es que tenga motivación por aprender, y que esa motivación no sólo se inculque en el colegio o en el instituto, sino que también venga dada desde casa.

Mucho se ha hablado sobre el informe PISA, y muchos han sido los expertos que han tratado este asunto. Sin embargo, parece que por mucho que se hable, y se trate de corregir los malos resultados de España en dicho informe, todo cae en saco roto ya que nuestro país sigue estando a la cola en materia educativa. Eso sí, podría ser peor, ya que el principal objetivo de los últimos tiempos ha sido erradicar el analfabetismo que hace 30 años ocupaba gran parte de la sociedad española.

Antes que nada, conviene aclarar qué esto del informe PISA, para qué sirve y todo lo que conlleva para así entender mejor el objetivo de este ensayo.

El informe PISA (por sus siglas en inglés, Programme for International Student Assessment) es, según el estudio del mismo nombre de 2009, “un programa para la evaluación internacional de los alumnos, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que lo puso en marcha en 1997.”[1] Dicho de otro modo, es un estudio que compara periódica e internacionalmente el rendimiento educativo de alumnos de 15 años por medio de tres competencias (lectora, matemática y científica), habiéndose acordado previamente un marco común para todos los países participantes. En definitiva, se trata de examinar los logros y progresos de los diferentes sistemas educativos y, de esta forma, dar un toque de atención a las Administraciones educativas, profesores, centros escolares y familia cuando sea necesario, para intentar resolver los diferentes problemas.

Este informe “trata de valorar hasta qué punto los alumnos son capaces de usar los conocimientos y destrezas que han aprendido y practicado en la escuela cuando se ven ante situaciones en los que esos conocimientos pueden resultar relevantes.”[2] Es decir, mide cómo el alumnado aplica lo que ha aprendido a lo largo de su vida tanto en la escuela como fuera de ella.

Sin embargo, y tal como he mencionado antes, España sigue estando a la cola en cuanto a educación se refiere. Y es que esto del progreso en educación no es algo que se consiga de la noche a la mañana. Pero se han de tener en cuenta varios factores a la hora de saber por qué estamos donde estamos en materia educativa ya que los países que obtienen mejores resultados, como es el caso de Finlandia, lo hacen por diversas razones. Entre ellas se pueden citar, “los contextos sociales y económicos en los que la enseñanza tiene lugar, el porcentaje del producto interior bruto que dedican a la educación, el tipo de aprendizaje realizado desde la infancia, la relación profesor-alumno y la experiencia que los estudiantes tienen con el aprendizaje que refleja este tipo de prueba y con la tipología de las pruebas.”[3]

Además de esto, los resultados de los jóvenes en el estudio PISA han de ser analizados considerando el retraso histórico de la educación de este país. Estamos pretendiendo compararnos con países que llevan décadas eligiendo la educación como tema primordial en sus decisiones políticas y han hecho de ella una pieza clave en el desarrollo de sus respectivos países. Por otra parte, estos países que valoran la educación, no sólo lo hacen económicamente, sino también socialmente ya que esta valoración empieza por la familia y continúa con la sociedad de dichos países. Por el contrario, en España este fenómeno es muy reciente, y la valoración social de la educación, escasa.

Este hecho se puede deber a que la población española entre 25 y 64 años con educación secundaria no obligatoria no alcanza el 40% frente al 62% de media de la OCDE. Por tanto, esto de la poca valoración de la educación no es algo de hoy ni de ayer, sino que lo venimos arrastrando desde hace unas cuantas décadas. Dado este condicionante, se observa que los resultados de España quedan ligeramente por encima de lo que se espera de ella.

Sin embargo, tenemos que admitir el considerable avance experimentado en el nivel de formación de la población española en los últimos años, que se debe al incremento de la escolarización de la población infantil, a la reducción de abandono educativo temprano, al incremento de la población con educación secundaria postobligatoria. Pero, a pesar de este avance, los resultados son todavía insatisfactorios y queda mucho camino por recorrer.

Para empezar a recorrer ese camino, una solución podría ser empezar a cambiar la inversión en educación. No podemos pretender llegar los últimos y ser los primeros con un presupuesto para educación que deja mucho que desear. Y es imposible que el alumnado sea brillante con una inversión de segunda. Es decir, no podemos ser los primeros en los resultados y destinar para educación un mísero 4% del Producto Interior Bruto, siendo uno de los países que menos invierte en ella.

Evidentemente, el gasto educativo no es la única variable que determina la calidad del sistema educativo de un país, pero no olvidemos que esa inversión no se hace solo para mejorar la educación, sino para mejorar la sociedad de dicho país. Es un círculo vicioso en el que se devuelve lo que se da. Si se mejora en educación, lo mismo ocurre en economía ya que el alumnado está mejor preparado para el mercado laboral. Y mejorando la economía del país, mejora a la par su sociedad. Creo que no hace falta ser muy inteligente para darse cuenta de esto, pero al parecer en España, hay otras cosas más importantes que la educación. Desde este punto de vista, la necesidad de mejorar el sistema educativo crea la obligación de que los políticos se pongan en marcha para asumir plenamente sus responsabilidades, y así, los alumnos lleven una formación suficiente para hacer frente a un mercado laboral cada vez más exigente.

Teniendo en cuenta esta falta de formación de los alumnos que muestran poco interés, la Administración ha decidido suprimirlo de alguna manera con la implantación de nuevas tecnologías en las aulas, suponiendo de este modo, que los alumnos estarán más motivados por aprender. Y es que el mundo exterior está entrando cada vez más en la escuela, sobre todo a través de los medios de comunicación e información. Pero estas nuevas tecnologías han de ir acompañadas de formación y sentido común. Si la poca inversión que hacemos en educación es para comprar ordenadores o, actualmente, portátiles que no se utilizan (algo de lo que la Comunidad de Extremadura se ha jactado de decir que era una de las pioneras, no sé para qué) creo que tenemos un serio problema, ya que ese gasto se pretende arreglar reduciendo de un plumazo las plazas a los funcionarios del sector educativo (más concretamente en secundaria). Así, si algunos de los que están hartos de estudiar para presentarse a unas oposiciones se quedan a las puertas de conseguir un puesto de trabajo para el que están cualificados, porque solo salen a convocatoria 7, 8 o 13 plazas pues no pasa nada, otra vez será ¿verdad? Esto es lo que llamamos calidad en la enseñanza. Y es que son muchos los docentes que se hacen la misma pregunta: ¿para cuándo un mayor reconocimiento –social y económico- de los profesionales de la educación? Aunque parezca mentira, existen muchas personas con ansias de trabajar en lo que han estado estudiando durante años. Si a estas ganas de trabajar junto con la preparación de estos profesionales, le unimos una inversión coherente y racional en nuevas tecnologías ¿no es posible que nos vaya un poco mejor en cuanto a educación? Eso sí, el docente, con la ayuda de estas tecnologías, ha de despertar en sus alumnos el deseo de aprender y hacerles ver que todo en la vida exige un esfuerzo.

Según Fernando Hernández “el problema de fondo viene de la concepción academicista del currículo español y de la visión mayoritaria del profesorado sobre el aprendizaje, que valora la reproducción y no la transferencia a situaciones de la vida cotidiana. No están preparados para que aprendan a utilizar lo que se les enseña en situaciones usuales de la vida cotidiana. Solamente sirve para aprobar los exámenes, tener una acreditación, pero no para actuar como ciudadanos informados, reflexivos y consumidores inteligentes.”[4] Volvemos a eso de utilizar la memoria para todo, aprobar un examen y listo. Y cuando se nos plantee una situación en la que tengamos que hacer uso de lo que aprendemos ¿qué hacemos? ¿Le recitamos el poema de Mio Cid de memoria para solucionarlo?

Un buen comienzo podría ser lo que hacen en el mundo anglosajón: escribir distintos tipos de ensayos, algo que en España se hace de vez en cuando en la Universidad, pero que en la enseñanza obligatoria no se prodiga mucho. Para darte cuenta del atraso educativo español no hace falta recurrir a un informe PISA. Sólo basta con irse un año de Erasmus y comprobar que en algunos temas seguimos viviendo en el Paleolítico Superior. Mi experiencia en la Universidad de Birmingham me enseñó sobre todo que no hace falta hacer un examen para tratar de saber o enseñar algo, sino que basta con aprender a escribir un ensayo (por muy difícil que nos pareciera a quienes no nos habían enseñado) para saber y, sobre todo, entender algo. Escribíamos ensayos sobre diferentes temas, dependiendo de nuestra especialidad, y el esfuerzo y trabajo que empleábamos, que era mayor que pedir apuntes para un examen, nos ha servido para acordarnos de las cosas que escribíamos igualmente que cuando estudiamos para un examen, pero con el aliciente, que hemos aprendido a escribir y a reflexionar sobre distintas situaciones o hechos.

Esto es algo que debería ser implantado en la educación obligatoria española, para que cuando los alumnos lleguen a la Universidad no se encuentren con el problema de muchos, que no sabíamos cómo redactar un trabajo, examen, ensayo… si no lo habíamos estudiado de memoria previamente.

Pero este hecho de enseñar a los alumnos a saber cómo expresarse, a entender en lugar de aprender de memoria creo que es algo que se debe empezar a fortalecer desde la enseñanza primaria. Y en esta línea, realzar la dimensión internacional de la enseñanza, abrir la mente de esos alumnos hacia otras culturas, países y formas de entender la vida. Ya es un adelanto la cantidad de intercambios que tenemos, pero todavía siguen siendo pocos con respecto a otros países.

Otro dato importante según PISA 2009 es “promover estrategias de lectura e interés hacia la misma por parte de los jóvenes[5] ya que existe una estrecha conexión entre el hecho de leer por placer y el rendimiento en comprensión lectora. En los países cuyos alumnos disfrutaban más con la lectura tuvieron un rendimiento significativamente más alto que aquellos a los que leer no entra dentro de sus actividades favoritas. Sin embargo, en mi opinión y de acuerdo con lo que mucha gente piensa, esta motivación hacia la lectura es algo que no solo tiene que venir dada desde el sistema educativo, sino también desde casa y, por qué no, desde la Administración. No basta con hacer un anuncio publicitario para motivar a los alumnos a que lean, sino que se puede ir más allá en este aspecto, como por ejemplo, regalar libros el 23 de abril, organizar maratones de lectura entre colegios de la misma ciudad. Iniciativas de este tipo conllevarían a que los alumnos tuvieran más deseos de leer y, por tanto, les aportaría un abanico más amplio a la hora de expresarse.

En cuanto a la familia, su principal actitud ha de ser de total esperanza en la educación, ya que de eso dependerá el futuro de sus hijos. Su labor debería ser la de hacerles entender que la educación es la base para que su futuro profesional sea lo menos oscuro posible, que tomen responsabilidad ante su aprendizaje. Todo ello, facilitará la labor del docente en este sentido, aunque sea otra pieza clave para que los alumnos tengan intención, deseos, ganas de aprender y de conseguir un futuro prometedor. Estos alumnos que, alentados por su familia, son capaces de dirigir su propio aprendizaje, se marcan sus objetivos y emplean el conocimiento adquirido dentro y fuera de la escuela, siendo capaces de enfrentarse a cualquier reto y utilizando técnicas para salir adelante.

No obstante, según el informe PISA de 2009 “la repetición de curso es el fenómeno que más negativamente afecta a los resultados de los alumnos españoles. Al ser el porcentaje de repetidores tan elevado y sus puntuaciones tan bajas, el promedio español se ve afectado de modo considerable.”[6] El análisis del rendimiento del sistema educativo sería completamente diferente si solamente consideráramos los resultados de aquellos alumnos que siguen adecuadamente los cursos. Y es que somos uno de los países con el porcentaje más alto de repetidores.  Esto, sin tomar consciencia de que los alumnos pueden pasar de curso con dos o tres asignaturas suspensas. Al permitir que dichos alumnos pasen de curso, se está engrosando el déficit de formación que ya tienen, lo que puede conllevar en algunos casos que este sentimiento y falta de esfuerzo se pase a otros alumnos.

Muchos de los alumnos repetidores de 15 años, que están a punto de dejar la educación secundaria obligatoria, lo harán sin conseguir el título del mismo nombre. Como consecuencia, engrosarán el dramático porcentaje de alumnos que abandonan tempranamente la educación, y esto pasará factura a otros, ya que, el alumno que no repite, se desmotiva y deja de estudiar, se enfrenta a un mercado laboral cada vez más exigente y, como consecuencia, tiene más dificultad para encontrar trabajo pasando a engrosar la lista del PARO.

El problema de la repetición no solo afecta a los alumnos españoles, sino también a los alumnos inmigrantes. El alumnado escolarizado en un sistema educativo diferente al del país de origen de sus familias se ve afectado por esta circunstancia de modo considerable. Estos alumnos se enfrentan con un doble problema: su déficit formativo y además el problema de una lengua que no conocen a la perfección. Al no ser nativos, el nivel de dificultad es mayor. Pero, ¿se preocupa la Administración lo suficiente por tratar de ayudarles? Creo que si se les ayuda, con programas extraescolares para el aprendizaje de la lengua de nuestro país, podríamos tener mejores resultados dentro del colectivo inmigrante.

Por otro lado, la proporción de alumnos que se escolarizan en centros privados alcanza en España un 31% encontrándose muy por encima del promedio OCDE (17%). Por el contrario, Finlandia con un 4%, apenas tiene enseñanza privada y obtiene mejores resultados que España.[7] Por tanto, ¿por qué pagar por algo que tenemos gratis? Creo que haría falta confiar más en la educación pública.

Y es que aparte de esto, el informe PISA 2009 también pone de manifiesto que los centros que escolarizan a alumnos cuyas circunstancias económicas, sociales y culturales son más favorables obtienen resultados inferiores. Por tanto, ¿sería esto una afirmación de que el sistema educativo español funciona mejor en aquellos entornos más modestos? Desde mi punto de vista, podría ser una cuestión de responsabilidad. Es decir, estos alumnos con posibilidades inferiores podrían haber tomado más consciencia de que su futuro depende de su educación, y para ello tratarían de obtener mejores resultados con este incentivo. En este caso, la familia jugaría un papel central en dicha responsabilidad ante la educación.

Con esta condición, el requisito principal para que los alumnos tengan mejores resultados es hacerles entender que de su educación depende su futuro, y tratar de que tengan un aliciente para ello. Después de eso, ya vendrían las nuevas tecnologías y demás materiales para ayudarles un poco más, aunque sea un factor que esté ligado a la economía de cada centro.

En conclusión, los resultados del informe PISA debería hacernos reflexionar seriamente a todos, no solamente a los implicados directamente en el sistema educativo. Nuestro principal problema no es la inversión, o la elección de un colegio público o privado, aunque también sea importante, sino el creciente número de jóvenes que, tras un recorrido escolar marcado por el fracaso y la poca motivación por aprender, abandonan prematuramente el sistema educativo con una formación insuficiente que no les permite acceder a un mercado laboral cada vez más exigente, creándose un círculo vicioso que tampoco permite mejorar a la sociedad de nuestro país. Por tanto, el fracaso escolar no es el fracaso de un alumno, sino el fracaso de la sociedad. Como decía Pitágoras, “educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres.”

BIBLIOGRAFÍA

Durut-Bellat, M.(2005): «Organisation and Context, Efficiency and Equity of Educational Systems». European Educational Research Journal, 4, 3, pp. 182-194.

Hernández, F. (2006): “El informe PISA: una oportunidad para replantear el sentido del aprender en la escuela secundaria” Revista de Educación, Barcelona, Universitat de Barcelona.

OCDE. (2009): PISA 2009. Programa para la evaluación internacional de los alumnos. Informe español, Madrid.


[1] OCDE. (2009): PISA 2009. Programa para la evaluación internacional de los alumnos. Informe español, Madrid, p. 13.

[2] OCDE. (2009): PISA 2009. Programa para la evaluación internacional de los alumnos. Informe español, Madrid, p. 17.

[3] Durut-Bellat, M.(2005): «Organisation and Context, Efficiency and Equity of Educational Systems». European Educational Research Journal, 4, 3, pp. 182-184.

[4] Hernández, F. (2006): “El informe PISA: una oportunidad para replantear el sentido del aprender en la escuela secundaria” Revista de Educación, Barcelona, Universitat de Barcelona, p. 358.

[5] OCDE. (2009): PISA 2009. Programa para la evaluación internacional de los alumnos. Informe español, Madrid, p. 121.

[6] OCDE. (2009): PISA 2009. Programa para la evaluación internacional de los alumnos. Informe español, Madrid, p. 155.

[7] Los porcentajes aquí señalados han sido recogidos del informe PISA 2009.

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