UN PASEO POR LA HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

Autora: Nuria González Hernández

El siguiente informe ha sido posible gracias a la desinteresada colaboración de  Valérico Romero Cordero, un profesor de matemáticas de cincuenta años recién cumplidos que realiza su labor docente en el “IES Universidad Laboral” de Cáceres. De esta charla sobre la historia de la educación, además de un repaso rápido por sus años adolescentes, también nos podemos dar cuenta de cómo y hasta qué punto ha “evolucionado” la misma, para bien o para mal.

Palabras clave: educación, secundaria, alumnos, profesores, historia.

Realizó sus estudios de secundaria en el Instituto Nacional de Bachillerato “Luis de Morales” de Arroyo de la Luz, una población de unos seis mil habitantes, situada a veinte kilómetros de Cáceres. Los estudios de secundaria en aquella época duraban cuatro años, tres años de Bachillerato (BUP) y un curso de orientación universitaria (COU) seguido de una prueba de acceso a la Universidad, tal y como hoy en día, nuestra temida selectividad. Sus cuatro años abarcaron desde el curso 1975-1976 hasta el curso 1978-1979. Según cuenta, el instituto era pequeño, en cuanto a profesorado (poco más de una docena) y en cuanto a alumnado (dos grupos en cada curso; en total, unos doscientos cincuenta aproximadamente). Todo ello hacía prever  y así sucedió, unas buenas relaciones no sólo entre compañeros, sino también entre alumnos y profesores.

El Instituto Nacional de Bachillerato “Luis de Morales” era un centro de enseñanza pública y los alumnos que allí se matriculaban lo hacían con matrícula oficial. El centro acogía no sólo a los que residían en Arroyo de la Luz, sino que también asistían alumnos de poblaciones vecinas como Malpartida de Cáceres, Aliseda, Navas del Madroño o Brozas.

El profesorado en su mayoría era penene, lo que ahora se llama profesor interino; es decir, casi todos en su primer trabajo y por tanto muy jóvenes, de veinticuatro o veinticinco años.

Tal y como señala nuestro entrevistado, la relación entre aquellos profesores era muy buena, algo que dejaba patente además, una atmósfera propicia para la enseñanza. Dichos profesores acababan de salir de la Universidad  y tenían unas ganas enormes de trabajar, tal y como describió uno de ellos no hace muchos años:

“Unidos por la amistad y por las mismas inquietudes, nos entregamos sin límites a nuestro trabajo y nuestra labor docente se prolongaba en una continuada organización de actividades con los alumnos, sin reparar en tiempo ni esfuerzo. El afecto y el cariño que siempre nos ofrecen es el reconocimiento de aquella especial dedicación.”

En cuanto a los estudios que fueron más útiles para su vida, Valérico lo tiene claro:

Se supone que todos los conocimientos que nos transmitieron tenían esa finalidad, la de hacernos más útil y, por tanto, más feliz, la vida. Pero quizás, lo que más recuerdas de aquellos años no son las clases de matemáticas, de física o de lengua, sino la relación con los compañeros, las excursiones, el viaje a Mallorca, las fiestas de Navidad, los partidos de fútbol en los recreos, en fin, todas las actividades lúdicas donde se respiraba compañerismo y amistad; una amistad que se fraguó entonces y que aún hoy continúa.”

En definitiva, y coincidiendo con nuestro entrevistado, la escuela o el instituto no sólo nos forman académicamente, sino también como personas fraguando nuestras relaciones con los demás, ya que tienen la misma importancia el hecho de sacar buenas notas, como el hecho de aprender el significado de palabras tales como responsabilidad, lealtad, gratitud, respeto, además de muchas otras.

Según palabras de Valérico, todas las asignaturas que estudiamos en Bachillerato nos aportan algo positivo, algo en lo que le doy toda la razón. Las que nos gustan un poco más, nos orientarán el porvenir, las que nos gustan un poco menos o simplemente, no nos gustan, nos indican el camino que no debemos seguir. Todas nos aportan una cultura necesaria para disfrutar en los años de adulto. Sin embargo, bien es cierto que una vez que terminamos los años de secundaria y comenzamos los estudios universitarios, en su caso Matemáticas, nos da la impresión de haber perdido el tiempo estudiando cosas que no vamos a volver a ver, como biología, geología, química, etc., pero a la larga nos damos cuenta  y agradecemos el tener unos conocimientos básicos de cada una de las materias. Como podemos apreciar, existen ciertos pensamientos y actitudes que, por muchos años que pasen,  no cambian.

El aspecto de aquellos estudios que más influyó en su futuro fue aprender a estudiar y a tener un hábito de estudio. Aprendió que para aprobar las asignaturas tenía que estudiar todas las tardes y estudiar mucho, algo que quizás los niños y adolescentes de hoy en día no sean capaces de aprender por ellos mismos a menos que sus padres y profesores se lo hagan entender de alguna forma. Con esto quiero decir, que quizás antes existía más responsabilidad por parte del alumno acerca de su educación, ya que si no querían estudiar tendrían que ponerse a trabajar.

Siempre tuvo claro que quería ir a la Universidad y comprendió  que el camino era el esfuerzo y la responsabilidad, no había otro. Un esfuerzo fomentado quizás por el ambiente tan familiar que respiraba en el Instituto Nacional de Bachillerato de Arroyo de la Luz, y, por qué no, en su propio ámbito familiar.

Cambiando un poco de tercio y haciendo balance de lo que se debería cambiar, Valérico no cree que hubiera mucho que cambiar de entonces a ahora. Algunas deficiencias de entonces, desde su punto de vista, han ido cambiando con el paso del tiempo. Por ejemplo, los treinta y cinco o cuarenta alumnos por clase han pasado a veinticinco o treinta, incluso menos; también el respeto extremo hacia el profesor se ha ido convirtiendo en una relación alumno-profesor más cercana y, por lo tanto, menos tensa, dando al alumno la posibilidad de preguntar o intervenir en clase sin miedo.

“Quizás algo que se ha mantenido con el tiempo y que creo que tendría que cambiar es el abuso que hacen los alumnos (o que les obligamos a hacer los profesores) de la memoria. Pienso que se memorizan demasiadas cosas, muchas de ellas de forma innecesaria. Tendríamos que incentivar la comprensión, el razonamiento, el juicio crítico.”

Y es que, de poco sirve memorizar fórmulas y fórmulas o fechas y más fechas si no sabemos cómo se deducen ni cómo ni dónde se aplican. Aunque, claro está que lo más fácil es memorizar y lo más difícil es razonar, de ahí que los alumnos sigan memorizando.

Respecto a los conocimientos y características profesionales de aquellos profesores que le impartieron docencia, Valérico me responde:

“Como podrás comprender, no recuerdo bien los conocimientos que tenían mis profesores. En la adolescencia uno no se pregunta si saben mucho o poco sus profesores, si están bien preparados o no, damos por hecho que son muy listos y muy inteligentes porque han estudiado en la Universidad”, cosas de la edad adolescente. “Imagino ahora, que como recién salidos que estaban de la Universidad, estarían bien preparados y con ganas de trabajar.”

No obstante,  lo que sí recuerda bien es que se lo tomaban en serio, trataban de enseñarles todo lo que podían y les obligaban a estudiar, no escatimaban el tiempo que tenían que pasar con ellos. Al parecer, no sólo les enseñaban lo que venía en los libros, sino que también hacían obras de teatro para representarlas por los pueblos vecinos, organizaban actividades para obtener dinero y poder ir de viaje (algo más creativo que el simple hecho de vender polvorones en Navidad, como ahora), hacían excursiones en tiendas de campaña al Valle del Jerte y al Valle de la Vera, etc. Como además de esto, mantuvieron los mismos profesores durante los cuatro años, al final tuvieron una relación muy especial, tan especial que aún hoy, después de treinta años, se siguen reuniendo con algunos de ellos para recordar las anécdotas de aquellos años.

La mayoría de sus compañeros de curso continuaron sus estudios después del Bachillerato y de aquella promoción salieron sobre todo, maestros, profesores, enfermeros y médicos.

En cuanto a las diferencias y semejanzas de aquel sistema con respecto al actual, las diferencias más apreciadas según nuestro entrevistado son que, su enseñanza secundaria era de cuatro años, desde los quince a los dieciocho años y, sin embargo, ahora la enseñanza secundaria es de seis años, desde los doce a los dieciocho años. Aunque ahora la diferencia sea de dos años más, Valérico no considera que sea lo fundamental. Para él, la diferencia fundamental quizás sea la obligatoriedad ya que su enseñanza secundaria era voluntaria, quien quería hacerla la hacía y el que no, hacía formación profesional o se iba a trabajar. Ahora es obligatoria desde los doce a los dieciséis años. Esto tiene sus ventajas, nadie lo duda, los chicos no están en la calle, están en un centro educativo aprendiendo, poco  o mucho,  y cuando salen a los dieciséis años son más mayores y, en general, más responsables para entrar en el mercado laboral. Pero hay que reconocer que tiene sus desventajas. Una de ellas es que en la misma clase están los que quieren aprender y los que no quieren aprender, los que se interesan por las cosas y los que se aburren con todo, los que llevan sus libros y cuadernos a clase para trabajar y los que no llevan nada, los que se preocupan cuando pueden suspender una asignatura y los que les da igual suspender nueve que diez. Debido a todo esto los niveles de exigencia han bajado, y el sistema educativo actual se preocupa sobre todo de que el alumno no tenga fracaso escolar. Para ello, inventan todo lo inimaginable, como la atención a la diversidad, los programas de diversificación, la garantía social, los PCPIS, etc.

En cambio los alumnos interesados y preocupados, dispuestos a esforzarse por estudiar, están allí, esperando que la Administración se preocupe por ellos. Así, no es difícil imaginarse que haya alumnos que en un principio quieren aprender, que tienen interés y que se esfuerzan por conseguir los mejores resultados, se dejen llevar por esos alumnos que no muestran interés por nada y que todo les aburre para, de alguna manera, demostrar que son “modernos” y, que si no se pone freno a tiempo, puede acabar en situaciones como partes de incidencias, expulsión del instituto, etc.

Otra diferencia palpable es que antes había tres cursos de Bachillerato y un curso de orientación universitaria (COU), ahora sólo hay dos cursos de Bachillerato. Así, los alumnos que se han paseado cómodamente por la ESO, al llegar al Bachillerato se encuentran agobiados, sobre todo en el segundo curso, debido a que los programas están muy apretados, hay que ir siempre corriendo, y lo que debería aprenderse en un mes hay que aprenderlo en quince días porque no hay tiempo. Y es que lo que antes se explicaba en cuatro años ahora se explica en dos, recortando los programas claro está.

En relación a la pregunta de las semejanzas y diferencias entre los profesores de antes y de ahora, Valérico piensa que hay pocas diferencias entre aquellos profesores y los de ahora salvo que los de ahora deben ser infinitamente más pacientes que los de antes, algo en lo que estoy completamente de acuerdo con él. Y, tal y como resaltaba anteriormente, el respeto extremo hacia el profesor que existía antes, ha pasado a ser una relación más cercana y por tanto, menos tensa, dando al alumno la posibilidad de preguntar o intervenir en clase sin miedo. Claro que, las situaciones de violencia que vemos actualmente en televisión de alumnos que insultan, que contestan de mala manera, que acosan e incluso que pegan a sus profesores, eran impensables hace treinta o treinta y cinco años. Por ello, quiero hacer hincapié en que esa relación alumno-profesor ha de ser una relación cordial, cercana, sin tensión, pero dejando claro desde el principio quién “tiene la sartén por el mango”, es decir, quién tiene la autoridad.

Finalizando nuestra breve y amena charla, Valérico no destaca ninguna otra cuestión sobre el sistema educativo en el que se ha educado pero deja patente que para que los resultados académicos del alumnado y, en definitiva, el sistema educativo mejoren es necesario inculcar y hacer entender al alumno, tanto en el ámbito familiar como en el ámbito educativo, que el esfuerzo es la base para conseguir todo lo que se proponga, algo que sin duda, repercutirá en el progreso de nuestra sociedad.

BIBLIOGRAFÍA

Capitán Díaz, A. (1994): Historia de la Educación en España. Madrid, Dykinson.

Gómez García, Mª N. (1996): Pasado, Presente y Futuro de la Educación Secundaria  en España, Sevilla, Kronos.

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